martes, 30 de agosto de 2011

Adláteres


Me gustas. Me gusta cuando lloras de la risa, y más el sonido de ella. Me gusta como te brillan los ojos cuando me miras. Me gusta como solo yo noto cuando utilizas la sonrisa como una máscara, y podré arroparte entre mis brazos mientras tenemos uno de esos silencios que tanto te gustan. Me gusta que me miras, sonríes y me besas. Me gusta que te sonrojes cuando te digo un cumplido y desvíes la mirada a otra parte al no saber que contestar. Me gusta cuando te sientas en la orilla del mar, tranquila y serena como solo puedes ser. Me gusta cuando caminas escuchando tu música, segura de ti misma. Me gusta cuando sonríes sin razón y me contagias esa preciosa sonrisa a mí. Me gusta cuando hablas sin parar, tú con tu euforia, porque sabes que tan solo me apetece escucharte y me gustas cuando me miras con esa carita y directo a los ojos mientras me escuchas, entendiéndome como nadie. Me gusta cuando te ríes de tus propios chistes malos, convirtiéndolos graciosos, y cuando te ríes de los míos solo tú. Me gusta cuando tienes falta de cariño y te tiras hacia mi pecho de una forma adorable. Me gusta como evitas decirme 'te quiero' con palabras y te limitas a demostrármelo. Me gusta que mientas y sigilosamente saques la lengua dándome a entender que no era cierto, eliminando todos tus remordimientos por haberme dicho una mentirijilla piadosa. Me gusta cuando se cual de tus 6 sonrisas es, sobre todo cuando sé que es 'la sonrisa de cuando me miras a mí'. Me gusta que cuando te bese hagas irremediable pensar que ojalá estuvieses siempre a mi lado y que este momento no acabe nunca, o mejor; que se repita todos los días de mi vida. Y sí, te digo que me gustas, pero en realidad te quiero, te adoro y te deseo. Quiéreme. Por favor.

-A.

viernes, 19 de agosto de 2011

Diario de verano, 2005

Ahora, verano del dos mil cinco, y aún me escapo por las noches, aunque ya mis padres no se preocupan tanto, ya me estoy haciendo una mujercita, sabes, aunque siempre me siento sola. Parece que hace años que nadie alquila aquella casa donde te quedabas. 
Y aún recuerdo el día que te conocí, día cuatro de junio de mil novecientos noventa y nueve, cuando tú te acercaste a mi lugar, a aquel escondido lugar que ningún pie aparte del míos habían pisado resultando que tú también utilizabas aquel mágico lugar, y se convirtió aun más mágico desde que fue nuestro sitio. ¿Recuerdas?

Próximo verano, dos mil seis, yo estaré sentada ahí, por si aún te acuerdas.  
De nuestras noches,  
de nuestras risas,  
de nuestra fantástica rutina.  
De nuestro lugar.  
De mí
.
-A.

Diario de verano



Verano dos mil dos.
Me dijo tu madre que te fuiste de viaje con tu padre. Lo aguantaré, espero que lo estés pasando genial y que por lo menos el año que viene me cuentes muchísimas cosas sobre ese viaje que más vale que haya valido la pena ya que me ha hecho echarte el doble de menos.
Verano dos mil tres.
 Ni tu madre, ni tu hermano, nadie. Dónde estás...
Verano dos mil cuatro.
El lago parece vacío sin ti. La casa está llenándose de polvo y moho, y mis noches volviéndose solitarias...

-A.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Diario de verano, 2001


Verano dos mil uno.
Solo viniste una semana. Fue horrible, ¿sabes lo que es esperar un año para que solo pases junto a mí seis noches? Y qué voy a decir; estás más mayor, te ha cambiado la voz y tú tan maduro como siempre. Estás mono, solo que no te lo diré. Tienes la sonrisa aún más blanca, aunque los ojos te brillan un poco menos. ¡Ahora estás enorme, me sacas como dos cabezas! Pero tranquilo... no me importaría ponerme de puntillas para besarte...

-A.

martes, 16 de agosto de 2011

Diario de verano, 2000

Verano del dos mil.
¿Sabes esa sensación extraña de ver a alguien con quien has tenido muchísima confianza después de mucho tiempo, pero sientes al principio como una peculiar vergüenza? Fue lo que sentí. 
Primer día de verano. 21 de junio, yo estaba asomada a mi ventana escuchando música observando el sol del atardecer reflejarse en la lago a lo lejos, hasta que alguien silbó. Un silbido estupendo, ya que era familiar, e inmediatamente llegó esa sensación a mi estómago. Entonces te vi caminando hacia al lago, paré la música, me miré al espejo, y bajé corriendo a alcanzarte.
Era así, llegabas y sobraba el hola y dos besos ni nada, esa era una de las cosas que más me gustaba de nuestra confianza. Entonces eché a correr aun más rápido hasta pasarte y te escuche a lo lejos decir un 'eh!' y echar a correr a mis espaldas. Y sonreíste, sé que lo hiciste, y yo seguí corriendo bajando la cabeza para esconder mi sonrisa, por alguna tonta razón pensando que así no verías a través de mí, y ver cómo me sentía.
Y tú, que eras chico de pocas palabras, me encantaría haberte dicho: eh, cuéntame, ¿qué has hecho durante todo el año, has pensado tanto en mí como yo en ti, has besado a alguna chica, te has enamorado... te has enamorado de alguien, de alguien que no soy yo? 
Pero sigo corriendo y subo las piedras y estoy entre los árboles.
¡No puede ser! Has cogido un atajo ¡y has llegado antes! Eres una caja de sorpresas. 
Sonrió sobre mis pensamiento y tan solo digo lo injusto que me parece aunque en realidad me ha encantado, y entonces me miras y me haces la pregunta que me encantaría hacerte a ti, que he hecho en este tiempo, solo que no seré sincera y no te diré que estaba ansiosa porque llegase el verano, y tú esperarás que hable por los codos así que te cuento historias y tú ríes, y a mí me encantaría abrazarte así de repente, aunque sería un tanto desconcertante, y entonces te tiras al lago, así, bajo la luz de la luna y yo me lo pienso dos veces hasta que subes a las piedras y acabas por tirarme. Me encantaban esas noches de verano, pero no porque fuese verano, no porque hiciese calor y no porque estuviese en un sitio mágico, sino porque las pasaba contigo.

-A.


Diario de verano, 1999


Aquellas noches del verano del noventa y nueve en las que me escapaba por las noches a sentarme en mi lugar favorito junto al lago, allí, entre unos árboles y piedras en una esquina escondida, con mis cascos en mano lista para tumbarme ahí, mirar las estrellas y cerrar los ojos levemente a la suavidad de la música. Aquellas noches en las que no tenía preocupaciones mas que aquel chico en la cabeza al que nunca le abriría mis verdaderos sentimientos; tan solo te contaría mil anécdotas y alguna de esas bromillas en medio del suceso que te sacase una sonrisilla de esas que se veían hasta en la oscuridad, sobretodo cuando tú también te escapabas conmigo, desde que también alquilaste esa casa cerca del lago, en las noches a aquel maravilloso lugar, y solo te limitabas a escucharme, y yo hablaría y hablaría y tú nunca te quejarías, tan solo disfrutarías escuchando mi voz gastada, que quedaba ronca al final del día de gritar y correr entre risas huyendo de ti, picándome con el césped aunque en esos momentos no existía el dolor, hasta que me alcanzabas, y cogías y llevarías en brazos al agua, donde yo empezaría a nadar como un pececillo hasta perderme, ysiempre me encontrarías. 
Y sí, así eran en resumen la mayoría de los días de aquellas vacaciones del noventa y nueve, una rutina, una rutina de risas, donde cada día era más perfecto y cada día la rutina más agradable.

-A.

Intento de fuga


Aterriza. Ojalá estuviésemos alunizando, en vez de bajar de estar entre las nubes al mismo mundo, al mismo planeta tierra, tan grande pero a la vez tan pequeño. Tan solo estarás en otro lugar, pero siempre será el mismo cielo, el mismo sol, la misma luna... la misma vida vivida.
. La verdad es que suena apetecible estar ahora en la luna, ¿eh? Lejos de todo esto... Y es que cuando tu corazón no está para montañas rusas de sentimientos, sino que tu vagón está parado en la parte más baja, la más honda posible, la más oscura y triste, apetece experiencias distintas, y sacar unas alocadas ganas de vivir, si sabes mirar el dolor con este positivismo, claro está.
Pero bueno. Hace unas semanas no habría querido ir a la luna. Me habría quedado en este maravilloso mundo que era junto a ti; donde todo estaba soleado y verde, y siempre sonaban melodías alegres, sin ton ni son, como los latidos del corazón. Corazón cual sentía felicidad en cada milímetro cuadrado, sabiendo que eras la razón.
Suena la breve melodía de los aviones cuando están apunto de informarte sobre algo. Sí, vamos a aterrizar y no hay nada que pueda cambiarlo. Puedes intentar huir pero, eso, siempre será el mismo cielo, y no puedes dejar atrás el dolor y meter en tu maleta de equipaje la felicidad
Pero yo puedo ser feliz, sin ti, sin nuestra historia, y si tú sacaste toda esta felicidad que estaba guardada en alguna parte de mí, yo podré volver a sacarla y, como trueque, meter ahí esto a lo que llaman 'dolor'.

-A.