-Hola.
¿Qué otra cosa mejor podrías a ver dicho después de todo lo que había pasado?
Hola. Un ‘hola’ directo y claro, como a mí me gustan las cosas; por eso yo no me iba a andar por las ramas.
+¿Qué haces aquí? –lo dije seria, sin tono de curiosidad.
Curiosidad, ¿para qué?
¿Para qué creas que me vale como respuesta otra de tus mentiras?
-Te echaba de menos.-Y he ahí la mentira. Qué predecible eres.
No sabía que decirte. Mi corazón gritaba que yo también, pero le callé mientras mi mente decía ‘mentira, mentira’ de forma constante y repetitiva.
+No me parece una excusa válida –al final contesté.
-No era una excusa, era un hecho. –Y tú siempre, dando las respuestas perfectas, con las palabras adecuadas en el momento justo.
Y pensé ya en decir cualquier cosa que se me pasase por la cabeza. Ya no quedaba nada que pudiese hacer más daño. Al menos eso creía yo.
+Puedes irte de la misma forma en la que viniste. O si quieres, te doy permiso para dejar de echarme de menos. –Yo, tan cortante y directa como siempre.
-Sabes que no quieres que me vaya, -y tú, siempre adivinando lo que realmetne pasa por mi mente. Era una de las cosas que me gustaban de ti. Gustaban... –y tampoco quieres que te deje de echar de menos...
+Tampoco es que lo hagas. –Respondí inmediatamente, casi inconscientemente. –Siempre mientes, ahora lárgate. -Por fin... Por fin me estaba atreviendo a decirte esas cosas que desde bastante tiempo rondeaban por mi mente.
-No es que siempre mienta; es que nunca quieres creerme. Al igual que no quieres creerte a ti misma cuando sabes lo que sientes.
Y supongo que nunca entederé como sabías tanto. Como veías a través de mí, y como yo te desvelaba tanto con ausencia de palabras.
Y ahora te odio, me has dejado pensando.Y como siempre, me has hecho recapacitar.
Sí, es verdad, siempre intento mentirme a mí misma.
-A.