martes, 18 de julio de 2017

Something so good just can't function no more

De pie, te quitaste la camiseta como siempre hacías (y supongo que aún haces): tirando de la nuca y alzando los dos brazos, quitándotela con tal rapidez que rozaba la brusquedad y tirándola al suelo para hacer compañía a las demás prendas que formaban un torpe pero acertado mosaico que impedían apreciar cómo eran las baldosas del suelo de tu habitación. Te disponías a escoger un vinilo de tu gran colección. Yo te observaba de espaldas (siempre he sido una gran observadora de espaldas (y siempre he sido muy fan de la tuya)) y apreciaba el tatuaje en tu hombro izquierdo, y luego bajaba la mirada lentamente por tu figura pálida de un metro ochenta y uno de la misma forma en que mi mano hubiese acariciado esas zonas que ahora habían decidido llevar la exclusividad de mi nombre. Empezó a sonar My girl de Nirvana y ralentizaba tu llegada desde el tocadiscos hasta la cama tu suave baile sintiendo la música (pero tuve paciencia porque siempre he sido muy fan de verte bailar). Te lanzaste a la cama a mi lado, dejándome por la parte de dentro porque esa es la posición de cama individual que hemos perfeccionado (siempre he sido muy fan de la parte contra la pared), tú con tus característicos pantalones negros tipo militar con bolsillos desproporcionadamente grandes llenos de filtros y papelillos, y descalzo, pegado a mi cuerpo. Tus dientes en su maravilloso caos me sonreían y se acercaban mientras vocalizabas las palabras de la canción rozando tu comisura de los labios con la mía, y no pasaba nada porque no te dispusieras a besarme como desesperadamente quería que hicieras (porque siempre he sido muy fan de verte cantar) y bueno, yo también sonreía. Y esa era la primera vez, y la que sería última, en la cama de tu cuarto que no volveríamos a pisar, con un gato con sobrepeso, aunque no lo quieras admitir, de mirada espantada como testigo y dos perros que se paseaban por el cuarto de cuando en cuando con tal sincronización que uno parecía la sombra del otro. Este sería el único día que saldría el sol en esa desconocida y preciosa ciudad donde se escuchaban las gaviotas y todos los tejados eran negros.

Ojalá hubiese habido despedida. Te hubiese dicho que siempre se me dieron bien las despedidas y te hubiese mirado mientras te marchabas (porque siempre he sido una gran observadora de espaldas). Te habías convertido en mi recurrente pensamiento silencioso de "esto no va a funcionar" preferido. Nunca pensé que pudiese gustarme tanto el sabor a Fleure du pays en unos labios ni que sería tan fan mirar tan de cerca unos ojos azules color cielo que nunca se daba en el cielo de donde tú te criaste. Hubiese querido seguir recorriendo partes del mundo contigo pero éramos un error bonito, pero destinado a ser un fallo de programación del sistema en el que estamos metidos. Y siempre quedará nuestro siempre y siempre apreciaré a las personas que te hacen sentir que este sentimiento es para siempre siempre que estás con esa persona y que 'siempre' es relativo. Estos largos meses fueron nuestro siempre y siempre fui muy fan de escribirte, de salir a probar restaurantes contigo, de cómo pones el intermitente cuando no hay nadie en la carretera, de los perros, de la cebolla caramelizada y de nuestro siempre. Y siempre he sido muy fuerte y nunca me hacen daño porque solo está en mis manos ese poder. Y el siempre es cuanto tú quieras que dure ese siempre, así que digo que siempre dejaré guardado en mi mente todas las conexiones que mi cerebro ha creado hacia tangible idea de ti, y que siempre guardaré aprecio a las personas que quise en un momento de mi vida aunque luego cruce la acera para no saludar.

-a.

domingo, 16 de julio de 2017

Quoting words of wisdom #12

"You have to be odd to be number one."

Dr. Seuss